Nuestra historia
LAYMON: UNA HISTORIA CON FUEGO REAL
Laymon nació como un negocio de hermanos, pero la vida fue moviendo las piezas.
Con el tiempo, la dirección del restaurante fue cambiando de manos, hasta que, en plena pandemia, Luis Laymon y su pareja —que estudiaban y trabajaban en la Ciudad de México— tuvieron que buscar otra forma de sobrevivir. Regresaron a casa y tomaron el proyecto con decisión. Le dieron rumbo. Y ese rumbo fue claro: hacer una pizza con ingredientes reales.
Al principio hacíamos pizza estilo Nueva York. Gustaba. Teníamos un público ya formado. Pero sentíamos que algo faltaba. Con el tiempo, y con el cariño de la gente, decidimos ir más lejos. La pregunta fue simple: ¿a qué sabe realmente una pizza?
Y la respuesta nos llevó a sus orígenes: la tradición napolitana.
Hacer pizza siempre fue para nosotros una forma de investigar.
Cuando dimos el salto a la pizza napolitana, todo se volvió más intenso.
Cada paso fue prueba, error y aprendizaje.
Construimos nuestro horno de piedra con nuestras propias manos.
Cortamos la leña con nuestra propia hacha.
Y preparamos la masa como dicta la receta original: agua, harina y sal.
Porque no se necesita más.
Pero evolucionar también significó perder.
Cuando decidimos dejar atrás el estilo neoyorquino, perdimos clientes.
Cada avance nos exigía renunciar a algo.
A veces el camino se sentía fangoso, lento, contradictorio.
¿Tenía sentido seguir si no era rentable? No.
Pero siempre hubo palabras, clientes, miradas que nos recordaban: el fuego estaba vivo.
Laymon ha pasado por momentos críticos.
Peleas familiares, pérdidas personales, días grises.
Uno de los más duros fue en 2023, cuando Luis tuvo que ser operado a corazón abierto, de forma sorpresiva.
Tuvimos que cerrar por meses.
Y cuando regresamos, nada era igual: el equipo se había desintegrado y los clientes se habían ido, sin saber si volveríamos.
Pero decidimos no solo abrir: decidimos reinventarnos.
Laymon volvió en 2024 con una imagen nueva, con fuego en cada platillo, con una atmósfera rockera e indie, y con la hospitalidad como corazón del proyecto.
Volvimos sin certezas, pero con decisión.
Y poco a poco, muchos clientes regresaron. Otros nos están descubriendo.
Y esta historia no se cuenta desde la nostalgia, sino desde el presente.
Porque hoy Laymon no solo es un lugar donde se come bien,
es un lugar donde te ven, te escuchan y te cuidan.
Sabemos lo que duele:
sentarse en un restaurante y que te ignoren,
recibir un pedido sin alma, frío, desordenado,
sentir que eres un número más o que molestás por pedir bien.
Y por eso hacemos lo contrario.
Aquí todo se limpia, incluso si no se usó.
Se escriben notas a mano en los pedidos, aunque nadie lo vea más que tú.
Y no damos el mismo trato a todos: leemos el momento, la energía, la historia detrás de cada visita.
La comida tiene alma, sí,
pero también la atención, el ambiente, la forma en la que hablamos.
No cocinamos para llenar mesas. Cocinamos para dejar huella.
Si bien aún cometemos errores, los aceptamos y aprendemos de ellos
(Y si te ha tocado que te fallamos, te pedimos una segunda oportunidad).
Por eso quien prueba Laymon, muchas veces vuelve.
Y cuando vuelve, trae a alguien más.
Porque esto no es solo una pizzería.
Es un lugar donde pasan cosas.
Donde la comida tiene fuego,
y el trato también.
